Descripción
Su fuerte olor a harina mojada, así como sus láminas adnadas (no se deslizan por el pie) y sumamente juntas, son los principales caracteres diferenciadores de la especie.
Aparece en prados y praderas, en claros de bosques y en orlas arbustivas de borde de bosque, pero siempre en zonas con humedad edáfica. Si bien abunda más en suelos calizos, no obstante también está presente en suelos silíceos.
Es una especie que se la asocia con arbustos y matorrales espinosos, tales como el endrino (Prunus spinosa), el majuelo (Crataegus monogyna), la aliaga (Genista hispanica), zarzamoras (Rubus sp.),… aunque tampoco es raro encontrarla en medio de un prado que no tiene ningún tipo de especie arbustiva o arbórea.
Época de aparición y búsqueda
Se trata de una especie casi exclusivamente primaveral, ya que en otoño aparece muy raramente.
En las zonas más templadas y soleadas ya se puede encontrar a finales de marzo. Sin embargo, las mayores producciones se alcanzan desde mediados de abril hasta finales de mayo (siempre y cuando no suban en exceso las temperaturas en este último mes).
Por el contrario, en las zonas más altas y frías se retrasa su aparición, siendo incluso buena época finales de mayo y la primera quincena de junio.
Es una especie que ve frenada su fructificación con las heladas y a medida que van subiendo las temperaturas requiere lluvia de forma intermitente (cada 2-3 días) para que se mantenga la humedad edáfica y prosiga la fructificación.
A medida que avanza la temporada la calidad del perrechico disminuye, ya que hay menos precipitaciones y más calor, lo que genera la aparición de larvas en los ejemplares. De ahí que se haya acuñado el siguiente dicho “El perrechico de abril pa mí, el de mayo pa mi amo y el de junio pa ninguno”
El nansarón aparece en grupos formando los denominados “setales” que, aunque suelen tener formas circulares o elípticas, en muchas ocasiones presentan trazos muy irregulares, cuya forma no obedece a ningún tipo de forma predefinida, lo que complica al recolector a la hora de “seguir el setal”.
En tales setales la hierba suele tener una tonalidad diferente a la de los alrededores, apareciendo en ellos zonas de hierba seca (los denominados “quemados”), si bien nos podemos encontrar con setales que no “marcan” nada o apenas lo hacen.